S-21: La máquina roja de matar

2003 - Rithy Panh

Título: S-21: La máquina roja de matar

Título original: S-21, la machine de mort Khmère rouge

Dirección: Rithy Panh

País: Francia, Camboya

Año: 2003

Fecha de estreno: 20/02/2009

Duración: 101 min

Género: Documental, Histórico, Bélico

Reparto: Khieu 'Poev' Ches, Yeay Cheu, Nhiem Ein, Houy Him, Ta Him, Nhieb Ho, Prakk Kahn, Peng Kry, Som Meth, Chum Mey

Web:

Productora: arte France Cinéma, Institut National de l'Audiovisuel (INA)

VALORACIÓN

6,3

35 votos

TU VALORACIÓN


 

Entrevista con el director Rithy Panh

¿Por qué hizo esta película?

Hice S-21: La máquina roja de matar, por convencimiento y porque lo creía necesario. Rodar significa estar con otras personas, tanto en cuerpo como en alma. Debo mi vida a aquellos que murieron, tengo una deuda que pagar. Es mi deber entregarme a aquellos que aún siguen con vida. Mi manera de compartir el trabajo de recordar es hablar y ofrecer a los testigos del genocidio, tanto a las víctimas como a los torturadores, una plataforma de expresión. Me encantaría pensar que cada testimonio es una pequeña piedra que ayude a construir una muralla contra una amenaza aún vigente, tanto aquí como en otro sitio: el retorno de la barbarie.

¿Cómo convenció a los verdugos para que hablasen?

Les expliqué que yo no era abogado ni fiscal y que mi película no era un tribunal. Que si ellos venían al rodaje en son de paz, que ellos también saldrían de allí en paz. Que hablar les ayudaría a sentirse más aliviados y a gusto consigo mismos. Pero que esto no supondría, por respeto a las víctimas y a sus familias, que mi trabajo sirviera para lavar sus manos de los crímenes cometidos. Esta película es un espacio para el diálogo en el que cada uno acepta sus responsabilidades históricas.

¿Tiene algún método de trabajo?

Todo el trabajo documental está basado en lo que me han contado. Creo una situación (en este caso, volviendo al S-21, convertido hoy en el Museo de Genocidio Tuol Sleng) donde se reflejan las acciones de los Jemeres Rojos y así las víctimas puedan contar por lo que han pasado. He intentado estructurar la historia en términos humanos, día a día, y al nivel de lo experimentado por cada persona. Con Houy y sus primeros camaradas del S-21, intenté encontrar si aún quedaba algo de humanidad dentro de ellos cuando llevaron a cabo estos actos: ¿Qué pensaban en el momento de matar? ¿Qué había sido de sus sentimientos y de su educación? ¿Qué tipo de condicionantes hacen que el odio triunfe y la compasión se contenga? Reniego de la idea de que en cada ser humano hay un asesino dormido. Admito que el bien y el mal conviven dentro de nosotros, pero no todos nosotros nos convertimos en asesinos.

¿Les fue fácil hablar a Houy y a los otros?

Houy, el Jefe de Seguridad, Khân el torturador, y Thi quien guardaba los registros en el centro del S-21, son capaces de explicar cómo funcionaba la máquina de eliminación. En cuanto les pregunté cuál era su rol en el mecanismo, no fueron capaces de encontrar las palabras para explicarlo. Uno no se olvida de sí mismo por casualidad; es muy duro hablar de los asesinatos que uno ha cometido. Estuve discutiendo con ellos los temas que quería tratar en la película y en ese momento les enfrenté a las pruebas: la fotografía de un prisionero que se había suicidado, el registro de la enfermería o el registro de ejecuciones, el testimonio de antiguos camaradas, o las palabras de aquellos que consiguieron escapar.Pero cada vez, se convertía en una batalla. Tuve que alternar efectos sorpresa con periodos de reflexión, y evitar la rutina para que no pudieran reconstruir su sistema de defensa. Cuando uno de ellos no admitía sus acciones o intentaba limitar su ámbito, sabía que estaba arriesgándose a enfrentarse con sus propias contradicciones.

También ha rodado escenas en las que algunos hombres repiten gestos que realizaron hace 25 años.

Al inicio del rodaje, el día que estábamos en la casa de Poeuv, en el pueblo, él me enseñó cómo cerraba la puerta del cuarto que él custodiaba en el S-21. En un solo vistazo pude ver cómo sus gestos eran una prolongación de lo que estaba diciendo y descubrí que existía otra memoria: la memoria del cuerpo, mucho más precisa y afilada, que no conllevaba ningún tipo de mentira. Bajo el régimen de los Jemeres Rojos, las palabras perdieron todo su significado convirtiéndose en armas. No había comunicación alguna, solo ideología. Cuando esto ocurre, cuando ya no hay lenguaje que utilizar, la violencia gana y se convierte en el arma de trabajo.

Poeuv tenía 12 ó 13 años cuando se convirtió en guardia del S-21. No tenía ningún tipo de doctrina o educación, únicamente su educación era golpear a los prisioneros. Cuando estuvo rodando en Tuol Sleng, algo hizo clik en su interior como si un mecanismo automático ya olvidado se pusiera de nuevo en marcha, y en ese momento comenzó a repetir los gestos que hacía en el pasado. Poeuv es como un niño que ha sido maltratado y cuando reconstruye estos gestos, todo el dolor contenido en su interior salen a la superficie y le ahoga. Pero no es teatro. Todo ocurre en un orden concreto: llama al prisionero por su número, le tapa los ojos y le esposa antes de liberar sus pies. Si lo hubiese hecho de otra manera, el "enemigo del pueblo" podría haber peleado o haberse tirado por la ventana. Los mecanismos de sus gestos y actos fueron meticulosamente establecidos y enseñados. Poeuv los había aprendido; se convirtió en una pieza más de la máquina.

Y qué me puede decir de Nath, uno de los supervivientes del S-21. ¿Cuáles fueron sus sentimientos en el rodaje?

Para Nath, el esfuerzo que le pedimos fue doloroso y violento, tanto físico como psicológico, antes de cada reunión e incluso después. Admiro la dignidad de este hombre. No encuentro palabras que puedan describir adecuadamente su coraje. Su presencia, frente a sus torturadores, hizo posible determinar quién había sido la víctima, quién era el responsable, quién había ejecutado las órdenes. No hay nada peor que un torturador que sigue creyendo que ha actuado de acuerdo con la ley, un torturador que no reconoce la barbarie de sus actos. Los carceleros no podían mentir en frente de Nath; incluso, cuando se quedaban callados, él actuaba como "revelador" de los secretos de sus almas. Nath, con quien comencé a rodar en 1991, nunca ha cesado de exigir un juicio contra los Jemeres Rojos, incluso cuando algunos hablaban de correr un velo sobre el pasado en interés de la reconciliación. Pero la reconciliación no puede ser tenida como una vacuna. Nath nunca ha sabido por qué crimen fue arrestado ni por qué el sobrevivió en vez de otro. Le acechan estas preguntas. Pero ¿cómo puede decirle a sus nietos que él es inocente? ¿que él no es una reliquia de la
masacre?

Un día, el juicio contra los Jemeres Rojos tendrá lugar. ¿Qué piensa de ello?

Juzgar a los Jemeres Rojos es esencial. Significa afirmar la voluntad de justicia. Nadie puede cometer genocidio y no ser juzgado por ello. Pero la justicia es sólo un paso del proceso. El juicio debe ir acompañado de un esfuerzo de la memoria para proteger a futuras generaciones.

¿Qué ha aprendido en estos tres años de trabajo?

"Comprender todo es casi lo mismo que olvidarlo ", dijo Primo Lévi, quien ha sido mi guía durante todo el rodaje. Pero nadie puede comprender todo. Intentarlo me ha permitido comenzar mi propio duelo. Hacer una película es algo subjetivo y par mi rodar "S21: la máquina roja de matar" no fue una "misión". Pero tenemos que aceptar la historia si no queremos dejar esta carga a nuestros hijos. Un tiempo vendrá cuando ellos puedan pasar página y confiar en el mundo que les rodea. Entonces, los fantasmas dejarán de perseguir a los vivos.

El material gráfico de esta película es de sus respectivos propietarios, productora arte France Cinéma, Institut National de l'Audiovisuel (INA).